viernes, 31 de diciembre de 2010

amigos

aquí vamos, en este disparo al cielo, esperando que nuestros perdigones de niebla alcancen a los ángeles invisibles de esta patria muda o enmudecida

desde aquí sacaremos amablemente a los mercaderes del templo, aquellos que creen haberse apropiado del contenido de nuestros sueños, aquellos que han tratado de convencernos que nuestra vida ha de ser el trabajo excesivo, las cosas o la fama,  y les diremos que no, que no más, que hay cinco mares desconocidos, ocultos al final de los caminos y que en ese lugar hay siempre alguien nos espera con los ojos cerrados, el pan recién hecho y los brazos abiertos 

y les mostraremos senderos nuevos en potreros infinitos de lavándula y la sonrisa de nuestros hijos ansiosos de bosques, de decencia y de esperanza